Una tarjeta de crédito, cambiar moneda para nuestro viaje a Londres, descontar unos pagarés de mi negocio, un préstamo hipotecario, la tramitación de un préstamo ICO, un vehículo de renting, un seguro de vida, renegociar las condiciones del tpv, la gestión de los recibos, hasta me venden una tv o un móvil a plazos. Y para rematar, gestiona mis ahorros (patrimonio financiero). Todo esto le pido como ciudadano de a pie al empleado de mi entidad financiera de referencia. Y como reza el dicho popular: “el que mucho abarca, poco aprieta”.
Da la sensación de que los bancos, tal y como los entendemos hasta ahora, tienen los días contados. Créanme que en el boom inmobiliario se justificaba abrir una oficina bancaria únicamente por la promoción de varios bloques de viviendas y la venta cruzada pertinente. Personalmente, no he pisado una oficina bancaria en estos primeros 6 meses del año, y me da la sensación que las generaciones posteriores dudo que lo hagan. Además, buscar y comparar está a golpe de “clic”. La concentración bancaria y cierre de sucursales ya es un hecho y la transformación seguirá y será profunda. Parece que un manto de niebla cubre el sector y no existe una visibilidad clara al respecto.
La especialización en banca
En los tiempos que vivimos, a nadie se nos escapa que nos aprovechamos de la especialización. Igual que para tratar mis dolencias de espalda voy al traumatológico o reumatólogo (pero no al especialista en digestivo ni al médico del centro de saludo). O como aficionado al running no acudo a un hipermercado a comprarme las zapatillas sino que acudo a un especialista que me en función de mi peso, la forma de mi pie, tipo de empeine, forma de aterrizar mi zancada, etc, me aconseje sobre unas determinadas marcas u otras. O para algo tan sencillo y cotidiano como llenar nuestra nevera, el pescado me gusta del mercado de abastos, la carne de mi carnicero Valentín y el vino me lo envían directamente de una bodega de la tierra de Cádiz.
¿No deberíamos hacer lo mismo en materia financiera? ¿Por qué le pedimos a nuestro banco que se comporte como un “hombre orquesta”?
Es cierto que llevamos unos años de profunda transformación, en cuanto al sector financiero se refiere, tanto en lo que atañe a comercialización de productos y servicios como a lo que afecta a la formación y regulación de los profesionales del sector (regulados actualmente por la directiva MiFID II). Fruto de esto, vemos que las fintech han venido para quedarse, existen entidades especializadas en productos específicos (hipotecas, tarjetas, etc), cada vez ganan más protagonismo figuras de asesoramiento financiero independiente (centradas únicamente en la gestión de patrimonio), etc.
Pero a la vista de algunos datos, parece evidente que en algunos aspectos nos estamos quedando atrás y diferentes estudios (completísimos y de obligada lectura) y entre los que destaco: Nuevas tendencias del ahorro en España. Estudio demoscópico y Nuevos Modelos de Negocio en el Asesoramiento Financiero tras las modificaciones regulatorias de MiFID II parece que así lo constatan.
Llegados a este punto permítanme unas pinceladas previas sobre cómo ahorramos los españoles. Intentaré ser esquemático, con el riesgo incluso de pecar de simplista.
Ahorro financiero e inmobiliario
En España el ahorro inmobiliario frente al ahorro financiero presenta un ratio de 4,5 veces aproximadamente a favor del primero. Es decir, si el patrimonio inmobiliario medio de un español está en torno a los 200.000 euros, el patrimonio financiero ronda los 45.000 euros (la “cultura del ladrillo” está aún muy vigente en la mente de muchos españoles). Esto ya nos aporta una visión inicial de que el ahorro está muy sesgado hacia activos inmobiliarios y estos son menos líquidos que los activos financieros y por ello es más difícil de canalizar el ahorro hacia los sectores productivos de la economía y que al fin y al cabo son los que nutren nuestro tejido industrial y empresarial. De hecho, las economías más desarrolladas presentan ratios mucho más equilibrados entre ambos tipos de ahorro. Incluso en algunos países el ratio anteriormente comentado se decanta del lado del ahorro financiero.
A esto añadimos, que el activo con más peso en dicho ahorro financiero es el depósito y saldos a la vista (ambos con tipos reales negativos por el efecto inflación).
¿Cómo de rentable es la inversión en ladrillo?
Primera idea con la que debería quedarse el lector, debemos pasar página respecto a dos culturas bastante arraigadas en este país: la cultura del ladrillo y la cultura del depósito. Basta con darse un paseo por una ciudad de provincias (en mi caso Oviedo) para ver multitud de locales comerciales vacíos y que llevan así durante décadas, ¿qué rentabilidad me produce un local cerrado durante muchos años? ¿confiamos en una revalorización inmobiliaria – otro boom – que compense esa falta de retorno durante tantos años? Parece complicado pensar que eso se produzca. Si a esto unimos además que los tipos bajos han venido para quedarse una buena temporada lo que provoca que los depósitos no sean una alternativa con la que poder hacer crecer dicho patrimonio financiero.
Esto tiene una consecuencia clara, y de la que ya se han escrito ríos de tinta, el ahorrador debe evolucionar hacia inversor, es decir, subir un peldaño en lo que a producto y asesoramiento financiero se refiere. Personalmente considero que esto debe comenzar por educar financieramente al cliente, cuestión de la que somos 100% responsables los asesores financieros y de ahí la importancia capital de especializarnos, tener conocimientos contrastados y certificados al respecto y una orientación clara y única al cliente.
Por tanto, nos encontramos con dos problemas de calado relativamente importante: la distribución de nuestros ahorros (mucho peso inmobiliario) y cómo invertimos el patrimonio financiero (muchos depósitos a tipos reales negativos).
Sobre esta segunda idea haremos hincapié en los próximos párrafos y enlazando con el inicio de este artículo, lo más sensato sería pensar que la citada “especialización” también debería de estar presente a la hora de invertir nuestro patrimonio financiero. Pues permítanme realizarles una pregunta:
¿Se plantea buscar a un asesor profesional para que le guíe durante el proceso del ahorro?
La respuesta nos la proporciona el primer estudio citado anteriormente y es la siguiente (una imagen vale más que mil palabras):

En el resto de Europa, EE.UU y otros mercados internacionales más de un 40% de la población cuenta con los servicios de un asesor financiero profesional. Juzguen uds. mismos.
Cómo se invierte en España
Si además esto lo unimos con que en España, el 72% de las personas que compran un fondo de inversión acude a su entidad financiera (con lo que eso significa y que abordaremos posteriormente) frente al 1% en caso de los ingleses. Dicho de otra manera, sólo un ciudadano británico de cada 100 va a su banco cuando quiere comprar/invertir en un fondo de inversión. En cambio 75 personas acuden a los IFAs frente a los 5 que lo hacen en España (ver gráfico 1).
Gráfico 1

A la vista de todos los datos anteriores parece evidente que no aprovechamos dicha especialización, lo que a su vez, provoca una serie de, permítanme llamarlas, malas praxis que conllevan que nuestra salud financiera no sea todo lo saludable que podría y debería ser.
Las retrocesiones
1.- Por normal general, nuestro ahorro financiero lo gestionan nuestros bancos de referencia y no me planteo la búsqueda de una figura especializada a tal efecto. A esto se une que a gran parte de los clientes que invierten en fondos (ya vimos que son pocos) les recomiendan exclusivamente fondos de la propia entidad ingresando así, la propia entidad (“todo queda en casa”), las comisiones derivadas de dichos fondos (TER o OGC). Algún lector, por el contrario, es posible que tenga en su entidad una cartera de fondos de diferentes gestoras. En línea con esto, advertir que en muchas ocasiones y como se ha constatado en estos últimos años, ha sido flagrante el conflicto de intereses al respecto y que hace decantarse al asesor por unos fondos respecto a otros en función de las famosas “retros”. Primera conclusión: parece complicado pensar que nuestra entidad financiera sea totalmente imparcial al respecto, bien porque sólo me ofrezca producto propio (fondos de la propia gestora de la entidad) o porque lo haga en función de las retrocesiones que le aporta (invierte en el fondo x que deja más comisión que el fondo y). Situaciones, las anteriormente descritas, que distan mucho de lo que deberíamos entender como “política o éticamente correcto” en el mundo del asesoramiento. De ahí que MiFID II obligue ya a las entidades a enviar un documento dónde se exprese de manera clara lo que gana la entidad con mis inversiones y las rentabilidades realmente obtenidas después de aplicadas las diferentes comisiones.
¿Cómo podemos evitar esa serie de inconvenientes? Acudiendo a una figura de asesoramiento financiero independiente, que cobre comisiones exclusivamente del cliente (una comisión explícita, pactada de antemano y firmada en un contrato de asesoramiento) y cuyo trabajo se centre exclusivamente en aportar valor al inversor en materia de inversiones financieras (nada de “hombres orquesta”) y sin ningún tipo de conflicto de interés ya que al no cobrar ningún tipo de retrocesión de ningún fondo, lo único en lo que centra su esfuerzo será en elegir los mejores fondos para cada tipo de cliente/perfil de riesgo.
2.- En muchas ocasiones, el banco me recomienda un único fondo (de acuerdo a un perfil), argumentando que ya el propio fondo diversifica en muchos activos distintos y consiguiendo así “no meter todos los huevos en la misma cesta”. Otro error, una cartera bien diversificada está compuesta por activos descorrelacionados entre sí y no por un “popurri” de activos. Un ejemplo, si invierto en un único fondo de renta variable es cierto que estoy diversificando entre 30, 40 ó 100 compañías distintas ahora bien, si la renta variable tiene un mal comportamiento (por ejemplo con las caídas recientes de marzo de 2020), mi fondo sufrirá dichas correcciones. Ahora bien, si mi cartera está formada por varios fondos de renta variable (de diferentes áreas geográficas), por varios fondos de renta fija (no es lo mismo un bono del gobierno alemán que un bono de una empresa con mayores dificultades de financiación), por fondos que inviertan en materias primas o metales preciosos, etc., mi diversificación será mejor y los comportamientos de la cartera a largo plazo tendrán mayor consistencia.
3.- Gestionar el patrimonio financiero es una profesión en sí misma, consume mucho tiempo y recursos. En mis más de 15 años trabajando en entidades financieras he llegado a tutelar carteras de 400 o más clientes (particulares y empresas). Parece obvio que es casi imposible abarcar todas las necesidades financieras de cada uno de ellos, por ello en muchas ocasiones el patrimonio financiero suele quedar en un segundo plano y con menos atención de la que se merece. Recuerde que detrás de la salud física, su salud financiera es la más importante ya que nos acompaña desde una temprana edad hasta nuestros últimos días y gran parte de las decisiones que tomamos en la vida conllevan algún tipo de decisión financiera (comprar nuestro primer coche, nacimiento de un hijo, su educación, comprar una vivienda, complementar nuestra pensión, etc).
El asesoramiento no es sólo para grandes patrimonios
Y por último, permítanme una aclaración. En muchas ocasiones, tanto formales como una simple reunión de amigos, piensan que la labor de gestión de patrimonios atañe sólo a grandes fortunas. Nada más lejos de la realidad, cualquier persona, por modesta que sea su riqueza financiera, puedo solicitar consejo de estas figuras profesionales, a veces una simple consulta puede aportar al cliente una radiografía de su situación actual que le despierte la necesidad de recurrir a especialistas para tal labor. Por tanto que no le eche para atrás el pensamiento: “esto es sólo para ricos…” y anímese a dar el paso de conocer para poder así contrastar. No olvide que lo miedo a lo desconocido es el más sencillo de mitigar…
Javier García, EFA
Socio en RWB y Gestor de Patrimonios – Agente Financiero en Diaphanum SV Miembro de la European Financial Planning Association
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